Hansel y Gretel (2° Parte)
Se encontraban los tres sentados en la mesa, la vieja mujer sirviendo platos de comida que Hansel y Grettel devoraban. Hacía demasiado que no comían tanto que no podían detenerse, parecía un sueño. Entonces, la anciana se dirige al pequeño muchacho y le dice “Mi lindo angelito, necesito que me hagas un favor, antes de que sigas comiendo, se lo podrías hacer a una vieja indefensa como yo?”, el niño ebrio en comida no pudo decir que no, y ambos dejaron a Grettel engullendo los últimos platos de comida. “Mi niño, ves esta jaula?, verás mi problema, hace unos días se me cayeron unas monedas de oro en esta, y como podéis ver, la jaula es muy pequeña como para que yo pueda entrar” dijo señalando la pequeña puerta de la estructura metálica, “Pero tú, hijo mío, tienes la estatura perfecta, podrías entrar y sacar las monedas para mí?”, dijo la anciana abriendo la jaula, “Seguro” respondió el muchacho. La jaula se cerró a su espalda y la vieja mujer cerró con candado. El pequeño con sorpresa y expresión de espanto miró a la mujer sin saber lo que pasaba. “Oh querido, pensabas que te dejaría ir después de destrozar mi jardín?”. Grettel que estaba observando la escena desde el pasillo soltó un pequeño grito. “Y tú, mi pequeña, tú me ayudarás en mis quehaceres, y te ganarás cada plato de comida, si no, verás morir a tu hermano”, Grettel sin poder reaccionar se quedó inmóvil ante aquella amenaza mientras sus rodillas temblaban. “Ahora ve a recoger la mesa antes de que te azote” dijo la anciana mostrando sus podridos dientes provenientes de su grasoso rostro. La pequeña seguía sin emitir sonido, paralizada ante el miedo, entonces, la mujer se acercó rengueando hacia ella y de una bofetada la votó al suelo. Grettel a punto de perder el conocimiento, mareada y con los ojos entre abiertos vio como la horrible mujer se acercaba hacia ella y decía “Esta es la primera y última vez que te demoras tanto en acatar una orden, está claro?”.
Pasaron pocos días, donde la rutina consistía en que Grettel debía asear la casa, servir la comida y ayudar a cocinar a la horrible mujer, y si tenía suerte, recibía un plato de comida al día, mientras su hermano encerrado en la jaula gritaba hasta quedarse sin voz. La pequeña era constantemente azotada con un palo si se demoraba o no cometía las órdenes de la anciana a cabalidad, a lo que su hermano respondía pateando la jaula. La mujer, todos los días iba a ver al pequeño a su jaula para tazar cuanto había engordado. “Aun no está listo” decía, mientras refunfuñaba de vuelta a la cocina. Hansel un día se negó a comer, “Deja a mi hermana” dijo este a la horrible mujer amenazándola con no probar bocado, “Como supiste que me interesaba en engordarte muchachito?” preguntó la vieja mujer al momento que tomaba a Grettel del brazo. “Pues si no coméis, tu hermana es la que va a sufrir” y tomando una aguja de su bolsillo se la empezó a enterrar a la pequeña entre medio de las uñas. Grettel gritaba desesperada sin poder zafarse de las manos de la mujer que la torturaba. Su hermano tomó la comida y se la empezó a meter rápidamente a la boca, “Mira, estoy comiendo, mira… déjala en paz, comeré si así lo quieres”, entonces la anciana soltó el pequeño bracito que sostenía entre sus arrugadas manos, “Así me gusta, obediente como debe ser”.
La pequeña se encontraba barriendo la casa, sus brazos delgados y llenos de hematomas sostenían un palo de escoba aun más grande que ella. Su hermano miraba a través de la jaula llorando de impotencia, veía a su hermana morir lentamente de desnutrición y a causa de los golpes, mientras él engordaba poco a poco todos los días. “Grettel, Grettel!, dónde te metiste muchacha del demonio” Gritó la anciana mientras se acercaba cojeando, “Ve al sótano y traedme un trozo de carne que está colgando en un gancho”. Grettel dejó la escoba a un lado y caminó a paso cansino hacia el sótano. Según lo que le había dicho la anciana, ella tenía prohibido el paso al sótano, sin embargo, hoy, aquella regla no contaba. Bajó las escaleras a oscuras. Dentro olía a podredumbre, entonces escuchó unos gemidos y el sonido de un objeto viscoso agitarse y retorcerse. Encendió una vela y esperó unos segundos hasta que su vista se acostumbrara a la iluminación. Frente a ella vio el trozo de carne colgado en el gancho que la anciana había dicho. Al momento que desenganchó el trozo de carne volvió a escuchar los gemidos, asustada, iluminó el sector de donde provenían aquellos ruidos, y descubrió un cuerpo, una masa viva de la cual parecía ser un hombre, todo desfigurado a causa de golpes y lo que se deducía extirpación de algunos miembros de su cuerpo. Apenas con vida, el hombre balbuceaba algo desde donde se encontraba, Grettel soltó un grito de terror y se sentó en una esquina a llorar, mientras la anciana bajaba las escaleras preguntando qué sucedía. “Te dije que trajeras el trozo de carne o no muchachita?” dijo la horrible mujer, y la pequeña miró fijamente el trozo de carne que sostenía en sus manos después de descolgarlo, para darse cuenta que no era precisamente un muslo de animal, si no que era un muslo humano. La pequeña asqueada y aterrada, soltó el muslo humano y lo dejó caer al suelo. “No seas imbécil pequeño demonio, Cómo se te ocurre botar tan buen trozo de carne” dijo la vieja mujer recogiendo el muslo del suelo, luego se paseó por la habitación encendiendo todas las velas alrededor de esta. El sótano iluminado dejaba ver una variedad enorme de cuchillas, hierbas y sierras, algunos frascos con manos dedos y cabezas humanas, y el cuerpo de aquel hombre a medio morir sobre la mesa. El hombre se agitaba aterrado y semi convaleciente, le faltaba una pierna, su mano derecha y todo su brazo izquierdo, su lengua había sido extirpada al igual que sus dientes y de su boca solo brotaba sangre, sus ojos desfigurados a causa de los golpes y las hemorragias de sus manos y pies detenidas con torniquetes y lo que parecía ser piel quemada. La pequeña niña temblaba y sus ojos desorbitados analizaban y grababan cada imagen de ese funesto lugar. “La carne humana es sabrosa mi pequeña, no me puedes juzgar si no la has probado”, dijo la horrible mujer acercándose al hombre moribundo, “La hambruna local ha ayudado mucho a mi cometido, muchachos, casi siempre hombres vienen a mi jardín a deleitarse con todas las exquisiteces que ofrezco, los hago pasar, les sirvo mi comida con ciertas hierbas que tengo por aquí, se duermen y los aprisiono, tontos ilusos, creen que pueden comer de mi jardín sin darme nada a cambio”, la pequeña no asimilaba por completo lo que la anciana le decía. “Vamos pequeña, tenemos que hacer lo que estimemos conveniente para sobrevivir no?, y la sangre humana te hace fuerte muchacha, que edad crees que tengo, seguramente ahora estaría muerta si no fuera porque consumo la carne de estos hombres, por eso lo hago, si puedo extender mi vida a costa de los demás, lo haré” dijo la anciana mientras tomaba un cuchillo y lo hundía en el estomago del agonizante hombre sobre la mesa, al acto sacó su lengua y lamió la mejilla del agonizante. “Si les sacas la carne aun estando vivo esta es más tierna y deliciosa”, el hombre se retorcía y gritaba mientras la mujer le cortaba la carne del estomago, mientras Grettel se tapaba los oídos con las manos y cerraba los ojos llenos de lágrimas. “Ahora sígueme muchacha” dijo la vieja mujer mientras tomaba a la pequeña del brazo.
La anciana se encontraba cocinando los trozos de carne mientras Grettel lloraba desconsolada, la mujer sirvió un plato con la carne humana y lo puso frente a la pequeña, “Come” le ordenó la mujer, y la niña no reaccionó, “Come o te muelo a palos” dijo, y la pequeña sintió como un escalofrío recorría su cuerpo, asqueada, tomó un trozo de carne y se lo comió. “Eso querida, saboréala y verás que no es tan terrible”.
Los días pasaban y Grettel se daba cuenta de que las reservas de carne en el sótano se terminaban. Por otro lado Hansel estaba cada vez más regordete y su hermana temía por su vida. “Grettel querida, creo que tu hermano está listo” dijo un día la anciana, y la pequeña sintió un vuelco en su estómago. La mujer horrible empezó a arreglar la cocina, Grettel sabía que el momento de su huída era ahora o nunca, entonces, cuando la anciana estuviera preparando el horno y con la cabeza dentro de este, ella tomaría las llaves de su cinturón sin que se diera cuenta. Con mucho cuidado deslizó su mano, delicadamente sacó la llave y silenciosamente fue a la jaula de Hansel. “Vámonos” dijo la muchacha, mientras su hermano sorprendido salió como pudo de la jaula y se dirigió a la puerta, y al ver a la anciana con la cabeza metida dentro del horno, en un impulso y sin previo aviso, arremetió contra ella, dejándola atascada en el horno. Grettel gritaba que se fueran y que lo dejara así, mientras la vieja mujer gritaba maldiciones a los cuatro vientos, Hansel que solo pensaba en venganza, prendió fuego al horno, con la mitad de la anciana dentro de este. La mujer empezó a gritar desesperadamente, los gritos desgarraban los oídos y Hansel asustado corrió hacia la puerta. Primero salió la muchacha, luego su hermano, cruzando el jardín lleno de delicias hacia el bosque. “GRETTEL!!!!” gritó una voz tras ellos. Era la anciana con la cara desfigurada por las quemaduras, “Grettel, ven, ayúdame por favor” suplicaba la vieja mujer, Grettel sacó un cuchillo de su vestido, y con pesar en sus ojos se volvió a la casa, “Eso hermana, mátala, para que no vuelva a hacerle lo mismo a otras personas” dijo Hansel mientras la muchacha pasaba a su lado, “Por favor” exclamó la vieja cegada por el fuego. Y de pronto, Grettel se voltea mirando a su hermano enterrándole la navaja en su garganta. “Lo siento hermano mío” dijo la pequeña mientras su hermano intentaba balbucear algo inentendible entre la sangre que brotaba de su boca.
“Tengo que encontrarlos” se decía el Padre de los muchachos mientras se adentraba en el bosque. Habían pasado meses desde que los había abandonado e incansablemente todos los días recorría el bosque en búsqueda de sus hijos. El remordimiento no lo dejaba dormir y la culpa carcomía su alma. Y al poco andar se encontró en un claro, en medio, una casa, rodeada de delicias y golosinas, y en el portal, Grettel, que se encontraba bordando tranquilamente mientras el viento revoleaba su pelo. “Grettel?, HIJA, HIJA SOY YO TU PADRE” exclamó este mientras corría al encuentro de su hija, esta lo miró con lágrimas en sus ojos y lo abrazó con fuerza. “Hija, dónde está tu hermano?” preguntó el padre con la voz entrecortada. “Padre, acompáñeme dentro de la casa, Hansel se encuentra en la cocina”, y diciendo esto, ambos entraron en la casa cerrando la puerta a sus espaldas.
(FIN)
/No juegues con los sentimientos ajenos pues no sabes como después pueden jugar con los tuyos/
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