Love...
Desde la escuela hacia su hogar, Matilde repetía el mismo camino rutinariamente todos los días. Al salir del colegio conversaba con todos sus amigos, y entre ellos rememorando la misma conversación con uno en especial, “Cuando saldremos?” preguntó su mejor amigo mientras se apartaban de todos. “Tú sabes que mi padre es muy tradicional, Mauricio, y no quiere que salga con chicos hasta terminar mis estudios” dijo la adolescente con una sonrisa triste dibujada en su casa, “Pero si tal vez si me conociera” preguntó Mauricio a la muchacha con dolor en su rostro, “Sería una pérdida de tiempo, mi padre a veces me da miedo”.
La joven, de cabellos negros y piel morena, luego del colegio caminaba cerca de un hogar de personas con discapacidad mental. Siempre atrayente con sus caderas amplias y delgada cintura, largas piernas y una sonrisa encantadora, llamaba la atención de los hombres de aquel recinto. “Nosotros somos novios?”, preguntaba uno de aquellos hombres en su mundo de inocencia. “Claro que lo somos”, respondía Matilde con cordialidad y sin hablar en serio, después de todo, esos pobres hombres con mentalidad de niño muchas veces no tomaban el peso a lo que decían, le repetían las mismas frases a más de una muchacha o simplemente creaban su propia realidad apartada del resto. “Pero tú eres mi novia”, surgió otro mirando al suelo sin hacer contacto visual con ella, esquivando la mirada de manera incomoda como los solían hacer la mayoría. “Bueno, puedo ser la novia de los dos. De todas maneras, mi padre me regañaría, pero como decirle no a estos señores tan adorables?” dijo Matilde mientras tomaba las mejillas del último muchacho, y este riéndose a su vez, tomó unas margaritas del suelo y se las dio a la muchacha mostrando los dientes aferrando sus labios inferiores mientras recogía su cuello hacia dentro.
Luego de pasar por el hogar, Matilde, caminaba al lado de la carretera hasta su casa. Llegando a esta, entraba en la cocina, se servía un plato de comida, se dirigía a tomar una ducha, y mientras lo hacía, su madre entraba al baño dejando al costado una toalla, luego iba a su cuarto, dónde su madre nuevamente entraba y le dejaba un vaso con zumo de naranja al momento que la adolescente hacía sus deberes. Su padre llegaba entrada la noche, saludaba a la familia, y la muchacha se disponía a dormir.
Al día siguiente, Mauricio la esperaba fuera del colegio, “Matilde, no entiendo, ambos sabemos lo que sentimos el uno por el otro”, dijo el muchacho mientras se acercaba furiosamente hacia ella. “Te lo he dicho millones de veces, mi padre se podría enterar, y de verdad no quiero problemas”, dijo la muchacha con desesperación, “Bueno, pero para mí eso no es excusa, en cualquier momento Matilde, en cualquier momento me aparezco en tu casa para dejar todo esto en claro”. “Mauricio, no sabes de lo que hablas, mejor ándate y hablamos cuando hayas madurado un poco” y así Matilde dio media vuelta y se dirigió a su casa.
Caminaba, luego de que pasara por el hogar para gente especial, con unas margaritas en sus manos. Llegando a su hogar, se encontró con su padre, “Y tú qué haces llegando tan temprano?” dijo la adolescente extrañada al encontrarlo a esas horas en casa. “Actividades de la empresa, hoy nos despacharon temprano… Qué es eso?”, dijo el padre de la muchacha señalando las flores en sus manos. “Esto?, es un regalo de uno de los muchachos del Hogar”, respondió Matilde con una sonrisa nerviosa dibujada en su rostro, “En serio?, no será que estás saliendo con alguien y me lo estás ocultando?”, dijo el padre en tono seco, “Papá, como se te ocurre… de verdad no estoy saliendo con nadie”, volvió a responder la muchacha, “Muy bien hija, los estudios primero, luego ya se verá”. Y volvió a repetir la rutina diaria, tomó un plato de comida, su madre dejó la toalla a un costado del baño mientras ella tomaba una ducha, y mientras hacía sus deberes, su madre nuevamente, fue a dejarle un zumo de naranja, y así hasta la hora de dormir.
Al día siguiente, al salir del colegio se dirigió hacia sus amigos, “Chicos?, no han visto a Mauricio?”, “Dijo que tenía que hacer algo importante hoy”, respondió uno de ellos, y sin más curiosidad, retomó camino hacia su casa.
Ese día no se encontraba muy bien del estómago, por lo cual pasó directamente a la ducha sin pasar por la cocina. Sintió como la puerta se abría y como todos los días dejaban la toalla a un lado. Recién saliendo se dirigió a su cuarto, donde en el escritorio, ya estaba su vaso con zumo de naranja. Escuchó como ponían la mesa para cenar en la cocina como todas las noches, y secándose el cabello tomó el zumo de naranja de un solo trago.
Despertó en el suelo de su habitación. Matilde se encontraba desorientada sin recordar muy bien lo que había pasado. Armó en su mente cada paso de la noche anterior: Se encontraba ella, de pie frente al escritorio secándose el cabello, mientras tomaba el vaso con zumo de naranja, cuando lo hubo terminado, se dirigió hacia la puerta para ir a la cocina, luego se desequilibró de golpe, sintió el cuerpo pesado y mareos continuos hasta que cayó al suelo. Se incorporó y fue hasta la cocina. Al entrar, el vaso que aun llevaba consigo se resbaló de sus manos, y al momento que se trisaba en el suelo, la adolescente soltó un grito aterrador que desgarraba su garganta. Sus padres, ambos, sentados uno frente al otro. Su madre con la cabeza volteada completamente hacia atrás con la cabeza partida a un costado, su padre con un cuchillo enterrado en cada ojo y su mandíbula completa desencajada abriendo su boca exageradamente y, en medio de la mesa, una nota que decía, “Por fin podremos estar juntos”. Matilde pensó de inmediato en Mauricio, pero no comprendía cómo es que había llegado a ese extremo. Desesperada, salió de la casa, y al abrir la puerta, se abalanzó sobre ella el cuerpo sin vida de Mauricio colgado del cuello. Este se balanceaba de un lado a otro, goteando constantemente de las múltiples apuñaladas en su cuerpo. Entre el ataque de histeria y el pánico que recorría su cuerpo, Matilde fijó su atención en la mano del cuerpo colgando frente a ella. En esta se hallaban unos capullos de margaritas y una nota, que decía, “Eres mi novia verdad?”.
El asesino estuvo rondando en la casa todo el tiempo, entregándole la toalla, dándole aquel zumo de naranja y preparando la mesa con los cuerpos de sus padres. La policía no pudo dar con el criminal quien se fugó del Hogar para personas con deficiencia mental.
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