Mal de ojo
El otro día soñé que me tenía que mudar yo sola a una de esas poblaciones que están a las afueras de la ciudad y que casi están a la orilla de la carretera, porque me ofrecían un trabajo allí. El lugar era humilde y la que gente que me rodeaba era pobre y se sentía una sensación de desesperanza en general. Finalmente llegué al edificio en el que me iba a quedar y como que yo me iba a hospedar con una familia que me iba a rentar un cuarto. Después de comer la casera me dijo que en el patio estaban todos los vecinos y que me quería llevar para presentármelos a todos, así que bajamos al patio, que era una especie de explanada grande de cemento, donde había varias personas reunidas y niños jugando con un balón. Empecé a saludar a las personas que estaban allí y de pronto cuando me acerqué a una de las niñas ésta empezó a aullar y a hacer ruidos extraños, como si fuera un gemido de algún animal y me veía con miedo y a la vez como que quería arañarme, pero yo simplemente me alejaba de ella.
En ese momento yo empecé a decirle a la entidad que se había apoderado de su cuerpo que la dejara en paz, que se fuera y se lo dije en voz alta y todos los vecinos me escucharon y retrocedieron pero seguían mirándonos. Sin embargo una señora, que era algo mayor, muy delgada y que tenía el pelo corto y algo ondulado, la recuerdo bien, nada excepcional, ella no se alejó y empezó a decir que yo había embrujado a la niña, que era mi culpa y entonces levantó su mano derecha y comenzó a señalarme: "¡Ella es, ella es la que le está haciendo eso, agárrenla!". Pero nadie le hizo caso, ni yo, porque de hecho yo seguía tratando de ayudar a la niña. Entonces ella siguió insistiendo y me voltee para verla y me di cuenta de que cuando decía: “Ella es”, me señalaba con su dedo y al mismo tiempo su ojo izquierdo de agrandaba de tal forma que casi ocupaba la mitad de su cara. Su ojo se hacía grande y pequeño, grande y pequeño y también cambiaba de forma, se hacía cuadrado o romboidal y luego regresaba a su forma original. Fue en ese momento que le dije que no importaba si me estaba haciendo mal de ojo porque no conseguiría hacerme daño y entonces lo que hice fue dibujar un pentagrama en el aire y ella de inmediato retrocedió asustada.
Y entonces yo regresé mi atención a la niña y le puse la mano derecha en el pecho y le dije al ser que lo expulsaba de allí. Finalmente pude sacárselo y éste se convirtió en una esfera de luz color verde que yo apreté en mi mano. Y como todos los vecinos se empezaron a pelear y la vecina esa del ojo extraño no dejaba de vociferar cosas me salí de allí y me puse a caminar por la avenida. Era un lugar gris y sin árboles, pero finalmente llegué a un camellón donde había una fuente y fue en ese lugar que la esfera de luz que llevaba en mi mano empezó a decirme cosas. No recuerdo muy bien qué cosas decía, pero se quejaba, me maldecía, me decía que no iba a irse a ningún lado y yo le estaba contestando que dejara de dar lata cuando alguien a mis espaldas me habló y me dijo:
-“A quién le dices eso.”
Yo lo miré de reojo y lo reconocí como un amigo que tenía como más de quince años de no ver y sin decirle nada todavía seguí hablando con la entidad que tenía en mi mano, como si estuviera hablando con alguien por celular. Le dije que ya era tiempo de que dejara de molestar a los de éste lado y entonces me incliné sobre la fuente y lo eché al agua. Y de inmediato la entidad se desvaneció. Luego me voltee para saludar a ese amigo del pasado, pero él en lugar de saludarme como si solo hubiéramos sido amigos, me besó en el cuello como si nunca nos hubiéramos dejado de ver y fuéramos algo así como novios. Me dijo algo así como:
-“No sabes el gusto que me da volver a verte” y yo solo moví la cabeza, porque desde que él me tocó como que perdí toda mi fuerza. Luego él me dijo que quería llevarme a su casa y nos subimos a un autobús, pero luego de que vi que nos pasábamos de largo de la calle en la que yo vivía y que de hecho tomábamos una curva en la carretera me preocupé, y le dije que tenía que volver a mi casa, pero él muy quitado de la pena me dijo:
-“No te preocupes, yo solo vivo dos calles debajo de tu calle, así que cuando te tengas que ir yo te acompaño.”
Yo le dije que estaba bien y entonces él me abrazó y volvió a besarme en el cuello. Y aunque yo le decía que no lo hiciera, la verdad es que no tenía fuerzas para evitarlo y solo cerraba mis ojos.