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Mi madre murió cuando yo tenía 11 años de edad, estábamos en el matrimonio de un familiar en un pueblo alejado de la capital de mi país, nos divertíamos y todo marchaba muy bien. Pasó la madrugada entre alegría, fiesta y risas, pero a eso de las 05:00 de la mañana ella empezó a sentirse mal, un dolor abdominal le aquejaba y no tuvimos más opción que llevarla al hospital. Cabe aclarar que a mi corta edad, a pesar de haber vivido las experiencias de sus ataques de asma, desconocía cuanto pasaba y solo pude ver con preocupación cómo se la llevaban en un taxi. Serían las 11:00 A.M cuando mis primos convinieron en llevarme al hospital para estar al tanto de la situación, mi preocupación era enorme y luego de mucho insistir accedieron a llevarme. Una vez llegamos al hospital nos dijeron que la habían transferido a un hospital en la ciudad porque su situación había empeorado y allí no tenían los recursos necesarios para tratarla. Resulta que el mal que le aquejaba era una aneurisma (Dilatación de un vaso sanguíneo que hace que la vena corra el riesgo de estallarse) en la arteria aorta a la altura del vientre.
Luego de un rato consiguiendo boleto para regresar a la capital, logramos transportarnos y llegar a las 6:30 P.M, una vez arribé al hospital me recibió una tía diciéndome que mi madre estaba en la morgue pero que estaba bien, mi corazón palpitaba al punto de querer salir de mi pecho, el coraje de ver a una persona que quiere burlarse de tu inteligencia fue solo sobre pasado por la tristeza y el shock emocional de la noticia, mi madre había muerto 3 horas antes y no había podido despedirme de ella. Ese fue un trauma difícil de superar, mi cambio de actitud en los siguientes meses fue abrupto y no había forma de encontrar consuelo. Los remordimientos de mis últimos días de rebeldía y desinterés a su lado atormentaban mi cabeza de una forma irreal, y así pasé 8 años más de mi vida culpándome, quejándome y sufriendo en silencio el hecho de no haberle dicho cuando pude cuanto la amaba y cuan agradecido estaba por su sacrificio y dedicación, por todo su amor.
Una noche en que los problemas por las aflicciones de mi vida y siendo víctima y verdugo de mis pesares soñé con ella, estaba en mi habitación, tenía la perspectiva propia de la primera persona... ella estaba allí mirándome impasible. Recuerdo que hablamos por largo rato, le dije cuanto la amaba y extrañaba, lloré como muy pocas veces lo he hecho y nos abrazamos, la percepción de mi cuarto no distaba en nada de la realidad, cerré los ojos, el abrazo cada vez era más estrecho, cálido y apacible, al abrir los ojos de nuevo tenía mis brazos rodeando mi cuerpo, el rostro cubierto de lágrimas y una sensación de tranquilidad, de sosiego difícil de describir. La habitación estaba tal cual la había visto cuando noté la presencia de mi madre, una luz tenue que se deslizaba por la ventana iluminaba delicadamente mi entorno, pero ella ya no estaba.
A partir de ese momento dejé de sentir culpabilidades, tristezas o nostalgias, esa noche logré despedirme de ella, decirle cuanto la amaba y tenerla una vez más para mi solo. Todo comenzó como un sueño, y aún no termina.