CAMILA...
Prólogo “la Ginecologa”
Camila Cabello despertó entre sollozos aquella madrugada. Había vuelto a tener esa pesadilla, pero lo peor era que ese horrible sueño estaba a punto de cumplirse. Tres semanas, en tan solo tres semanas se casaría aquella persona que consideraba el amor de su vida, la primera mujer a la que había amado, la única persona que había provocado en ella ese agradable cosquilleo en el estómago. Sí, y todo había sido culpa suya.
Creo que antes de seguir con la narración debo contarles la historia de Camila.
Camila o Mila, como todo el mundo la llamaba, era la hija menor del magnate americano Alejandro Cabello y de su esposa Sarah. Tenía 24 años y era bellísima, con una melena castaña y rizada que junto con algunas pecas le daban un toque sensual, y unos ojos color chocolate poco convencionales que le otorgaban una mirada preciosa. Era hermana de Alana (Al) Cabello, de 28 años, la cual se había encargado de ella desde la muerte de sus padres, que tuvo enormes consecuencias psicológicas para la pobre mila. A los 16 años comenzó a ir a la consulta de un psicólogo, el Dr.Giossepi Digenaro, el cual la aconsejó y le ayudó durante 8 largos años, incluso cuando hacía ya tiempo que psicológicamente no necesitaba la terapia. A los 23 años, Camila Cabello había contraído matrimonio con el abogado Andrei Sokolov, un lince en su campo. La relación de noviazgo había sido tortuosa en sus inicios, sobre todo porque Andrei no era demasiado bien recibido en la casa ni por Alana ni por su marido Alessandro Colemam. La rivalidad entre los dos hombres se había hecho patente desde el primer día que se habían visto las caras, cuando Andrei consiguió que la ex mujer de Alessandro se quedase con todo tras el divorcio. Sin embargo, ella lo quería y él la quería, por lo que no encontraron ningún impedimento para contraer matrimonio.
Todo se complicó cuando, un año después de su boda, su psicólogo se retiró y dejó el puesto a su hija, la Dr.Leonella Digenaro. Al principio mila la había tratado tan mal como solía tratar al servicio de su gran mansión, y con una desconfianza acrecentada por los incipientes sentimientos que sesión tras sesión se desencadenaban en ella. Mila no era estúpida, aunque se esforzase en parecerlo, sabía perfectamente que estaba empezando a sentir algo por su psicóloga, algo que nunca había sentido por ningún hombre. Y no solo eso, sino que cada vez se sentía más atraída hacia ella, hasta el punto de perder todo el interés que podía haber sentido por los hombres. Pero eso estaba mal, era antinatural. ¿Dos mujeres? Eso no podía ser, estaba mal. ¿Qué pensarían los demás? Y sin embargo no podía dejar de pensar en ella.
Todas estas preguntas e inquietudes fueron las que destruyeron su relación con Leonella. Su homofobia.
Cuando por fin pudo acercarse a la psicóloga (que en un primer momento la mantuvo alejada por creer que era un mero proceso de transferencia erótica psicólogo-paciente), cuando había dejado a su marido (o más bien él a ella al encontrarla en la cama con Leonella), cuando todo parecía estar dispuesto para que su amor triunfase, ella tuvo que mantener su mente cerrada. Seguía repitiendo que eso estaba mal, que no podían mostrarlo en público ni decírselo a su familia. Leonella no pudo más y cortó la relación, era lo más sensato.
Siete meses después, cuando finalmente mila parecía hacer algún avance para erradicar su homofobia y así reconquistar a su amor, descubrió que leonella había encontrado a alguien que le podía dar lo que ella no había querido darle, a otra mujer de la que se había enamorado y con la que planeaba casarse lo antes posible, y eso la había destrozado.
Camila se levantó y pasó al baño de su cuarto. Encendió la luz y entrecerró los ojos por efecto del brillo. Cuando se hubo acostumbrado, se lavó la cara y los dientes, se echó sus cremas y se miró al espejo. ¿Cómo podía preferir a Aranza antes que a ella, que era una diosa en la tierra? Había hablado mil y una vez con leonella, incluso una vez llegaron a besarse, pero había sido inútil ¡Era de locos! Esa maldita le había quitado el amor de su novia en sus narices. Porque mila no era lesbiana, noo, a ella le gustaba llamarse “heteroleosexual”. Aunque sí que había sentido deseo por otras mujeres, mila no era capaz de aceptar lo que inevitablemente era, lo que siempre había sido y se había negado. Todos los prejuicios que la sociedad (no su familia) le había instalado en la cabeza eran difíciles de borrar. ¿Qué dirían sus amigas si lo supieran? Lo más seguro era que no se volvieran a acercar a ella.
mila se dio una ducha y al salir se puso unos tejanos claros, un jersey color crema fino y escotado y unos tacones elegantes y se arregló el pelo con ahínco. Cogió el móvil y las llaves del coche y cuando el reloj marcó las 6:30 h. salió de su habitación dispuesta a hacer un último intento para que leonella entrase en razón.
Atravesó la casa evitando criados que se movían de un lado para otro preparándolo todo para el desayuno de sus jefes.
- ¿No vas a desayunar,mila? – preguntó una voz a su espalda antes de abrir la puerta de salida.
- ¿Eres estúpida?, ¿no me ves irme? – se dio la vuelta con el ceño fruncido para ver a la osada y anciana ama de llaves –. Y como me vuelvas a llamar por mi nombre de pila, Martha, te aseguro que vas a durar muy poco en esta casa; para ti soy la señorita cabello.
- Vamos, señorita, si llevo toda la vida en esta casa, prácticamente la he criado, no se ponga así.
mila soltó un suspiro, no estaba de humor para soportar impertinencias del servicio. Salió dando un portazo y pasó al garaje, donde arrancó su Audi color rosa tras bajar el capó. Salió del garaje y se paró en frente de la puerta de salida esperando que el portero la abriese. Esperó un minuto, dos, cinco… Salió del coche y se dio cuenta de que el empleado no estaba en su puesto de trabajo. Entró en la portería y a través del cristal pudo ver como el portero y el jardinero estaban absortos con algo que había en la calle. Eso era el colmo para camila.
- ¡Nicolas! – le gritó -. ¿Se puede saber qué haces vagueando? Llevo casi diez minutos esperando a que abras la ma.l.dita puerta. ¿Para qué te pago?
El joven portero se dio la vuelta de pronto al ver llegar a su jefa echa una furia. Le dio un pequeño golpe con el codo a Damian, el jardinero, que se dio la vuelta al instante y miró hacia el suelo deseando ser invisible.
- Discúlpenos, señorita Cabello, pero estábamos viendo la mudanza de la casa de la mansión de al lado, al parecer el señor Viktor ya la consiguió vender – se explicó-. Ahora mismo le abro.
El portero y el jardinero salieron corriendo del lugar antes de que su jefa tuviese tiempo para despedirlos. Camila miró curiosa el camión de la mudanza del que no dejaban de salir operarios cargados con cajas en dirección a la casa, y su interés aumentó al ver pasar un Fiat negro excesivamente lujoso que aparcó al lado del camión, pues el tránsito de gente no le permitía pasar al garaje. Pero aquello que más la maravilló fue aquella muchacha morena de cabello largo negro con unos maravillosos ojos verdes,que le quitaron la respiración,bajando del vehículo…
Continuará…
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