[Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 46]
Bueno, la condición moral y religiosa del pueblo judío y de los habitantes de Jerusalén había llegado a un nivel sin precedentes. La degradación del pueblo y de sus líderes religiosos y sus gobernates era, en general, peor que la de los países del entorno, a pesar de que éstos adoraban a ídolos auspiciados por las inteligencias demoníacas. De hecho, la idolatría también cundía en Jerusalén y en los dominios del reino de Judea. En consecuencia, la situación nacional era globalmente antagónica a la simiente de la “mujer”. La hipocresía y la total aversión a la guía divina se estaba demostrando en la forma en que eran tratados los profetas enviados por Dios para advertir al pueblo, a saber, éstos eran perseguidos y hasta asesinados. Jeremías señaló: “Porque hay en mi pueblo hombres malos que acechan como cazadores de pájaros, que ponen trampas para atrapar a los demás. Llenan sus casas de objetos robados, como se llenan de pájaros las jaulas. Así se hicieron poderosos y ricos, y están gordos y bien alimentados. Su maldad no tiene límites: no hacen justicia al huérfano ni reconocen el derecho de los pobres. ¿No los he de castigar por estas cosas? ¿No he de dar su merecido a gente así? Yo, el Señor, lo afirmo. Algo terrible, espantoso, está pasando en este país. Lo que anuncian los profetas es mentira (se sobreentiende: Los falsos profetas, no enviados por Dios, sino aquéllos que por ganancia egoísta y prestigio personal regalaban los oídos al pueblo pervertido y más que nada hablaban a favor de la clase despótica gobernante, para mantener a la gente sumisa a sus explotadores); los sacerdotes gobiernan a su antojo (se sobreentiende: Los sacerdotes habían dejado a un lado la ley de Dios, y ahora estaban cargando sobre el pueblo una serie de requisitos que servían para el lucro de dichos sacerdores y de sus familiares, es decir, habían establecido una normativa religiosa a su antojo). Y mi pueblo así lo quiere (se sobreentiende: A pesar de que el pueblo estaba bien informado gracias a la actividad de los profetas verdaderos, como Jeremías, Isaías, Ezequiel y Daniel, entre otros muchos, que llevaban décadas proclamando el mensaje divino tanto en Judea como en la Diáspora, increíblemente la mayoría de aquellos estúpidos oprimidos se apegaban a las tradiciones religiosas paganas absurdas impuestas por los sacerdotes corruptos). Pero, ¿qué harán ustedes cuando llegue el fin (se sobreentiende: habría un fin exterminador de aquella gente, a pesar de que provenían de la descendencia abrahámica, puesto que se habían aliado, con o sin conocimiento de causa, con la simiente de la “serpiente”; sólo unas pocas personas, como pasó en el Diluvio, escaparían de tal fin, es decir, unos cuantos individuos que no se sometieron a la simiente de la “serpiente”)?” (Libro de Jeremías, capítulo 5, versículos 26-31; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).