Pseudoveltíosis natanatórica.

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    • #51

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 51]
    Parece que al comienzo de este sitio, Sedequías envió a dos de sus hombres de confianza para que inquiriesen de Dios a través de Jeremías con el fin de saber si Nabucodonosor se retiraría de Jerusalén o no. Pero la palabra de Dios por medio de Jeremías fue de que la ciudad y sus habitantes experimentarían una gran calamidad a manos de los babilonios. Aparentemente, después de esto, Jeremías fue a ver a Sedequías por dirección divina para asegurarle que Jerusalén sería destruida y que el rey (Sedequías) sería llevado cautivo a Babilonia, donde moriría. Entonces, en la sitiada Jerusalén, Sedequías y sus príncipes vieron oportuno hacer alguna clase de pantomima para cumplir con la ley de Dios y tratar de ganar su favor. Así, aunque no era el año del Jubileo, celebraron un pacto a fin de libertar a sus esclavos hebreos (sus propios hermanos correligionarios caídos en la indigencia) de la servidumbre tiránica a la que los tenían sometidos. Al poco, parece que hubo una mejoría premortem, cuando ya parecía que todo estaba militarmente perdido. Por lo visto, salió de Egipto una fuerza militar para defender a Jerusalén, lo que hizo que los babilonios levantasen temporalmente el sitio para enfrentarse a la amenaza egipcia. Y, quizás creyendo que los babilonios serían derrotados y que no podrían reemprender el sitio, aquellos nobles de Judá que habían dejado en libertad a sus hermanos hebreos esclavizados pensaron que el peligro había terminado, y por lo tanto volvieron a someterlos a la esclavitud.

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    • #52

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 52]
    No podemos aventurar ninguna conclusión categórica acerca de la causa de esa mejoría premortem, pero podría ser que no hubiera provenido de un origen divino. Por ejemplo, el mensaje profético de Jeremías indica insistentemente que la misericordia divina para un pueblo tan empantanado en la suciedad moral no era otra que la de someterse voluntariamente a los babilonios y esperar que Dios mismo indujera a éstos a mostrar benevolencia a los judíos que optaran por un tal sometimiento; éste era el refinamiento sabio decretado por Dios para la pervertida descendencia de Abrahán. Además, es posible que en aquellos momentos le fuera más útil a las inteligencias demoníacas que prevaleciera la corrupta Jerusalén que el que ésta fuera abatida por los babilonios, pues los babilonios parecían ser un pueblo comparativamente menos peligroso para la preservación de la identidad de la “mujer” que la propia descendencia abrahámica corrompida; y esto se puede notar quizás en el hecho de que los desterrados judíos que ya se encontraban en Babilonia disponían de una determinada libertad gubernamental para practicar con prudencia su culto y también la motivación de la añoranza para desarrollar un mayor acicate y más sincero apego a la ley mosaica (como dice el refrán: “se aprecia más lo perdido que lo retenido”).

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    • #53

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 53]
    Por lo visto, Sedequías era un gobernante de carácter muy débil, como se desprende del hecho de que cuando más tarde los príncipes de Judá le solicitaron que diese muerte a Jeremías porque supuestamente debilitaba la moral del pueblo sitiado al decir que la palabra de Dios señalaba el sometimiento a Babilonia, Sedequías respondió: “Está bien, hagan con él lo que quieran. Yo nada puedo contra ustedes” (Libro de Jeremías, capítulo 38, versículo 5; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996). El relato añade a continuación: “Entonces ellos (se sobreentiende: los príncipes o principales de Judá) se apoderaron de Jeremías y lo echaron en la cistera del príncipe Malquías, que se encontraba en el patio de la guardia. Lo bajaron con sogas, y como en la cisterna no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él” (Libro de Jeremías, capítulo 38, versículo 6; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996). El carácter débil y voluble del monarca se muestra también en la continuación del relato: «Entonces Ébed-mélec salió del palacio real y fue a decirle al rey (se sobreentiende: a Sedequías): “Majestad, lo que esos hombres han hecho con Jeremías es un crimen. Lo han echado en una cisterna, y ahí se está muriendo de hambre, porque no hay pan en la ciudad”. En seguida el rey ordenó a Ébed-mélec que se llevara con él a treinta hombres para sacar a Jeremías de la cisterna, antes que muriera» (Libro de Jeremías, capítulo 38, versículos 8-10; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #54

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 54]
    La pusilanimidad de Sedequías se acentúa más a medida que prosigue el relato sagrado: «El rey Sedequías mandó que llevaran ante él al profeta Jeremías (se sobreentiende: después que Ébed-mélec salvara al profeta de la cisterna en donde lo habían metido), a la tercera entrada del templo. Allí el rey le dijo: “Voy a hacerte una pregunta, y quiero que me la respondas con toda franqueza”. Jeremías respondió: “Si contesto a la pregunta, Su Majestad me mandará matar; y se le doy algún consejo, no me hará caso”. Pero en secreto el rey Sedequías le hizo este juramento a Jeremías: “Te juro por el Señor, que nos dio la vida, que no te mandaré matar ni te entregaré en manos de los que quieren matarte”. Jeremías dijo entonces a Sedequías: “El Señor Todopoderoso, el Dios de Israel, dice: Si te entregas de una vez a los generales del rey de Babilonia, tú u tu familia salvarán la vida, y esta ciudad no será incendiada. Pero si no te entregas a ellos, los caldeos (se sobreentiende: los babilonios) se apoderarán de la ciudad y le prenderán fuego, y tú no podrás escapar”. Sedequías respondió: “Tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos; si caigo en manos de ellos, me torturarán”. Jeremías contestó: “Pero Su Majestad no caerá en manos de ellos. Obedezca Su Majestad, por favor, a la voz del Señor, que yo le he comunicado, y le irá bien y salvará la vida”» (Libro de Jeremías, capítulo 38, versículos 14-20; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #55

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 55]
    Continuación del relato: «Entonces Sedequías (se sobreentiende: después de haber indagado de boca de Jeremías lo que le sobrevendría a él mismo en el futuro, y a su familia y a la ciudad) respondió a Jeremías: “Si en algo aprecias tu vida, no hables de esto con nadie. Si los funcionarios llegan a saber que he estado hablando contigo, vendrán y te preguntarán qué me dijiste tú, y qué te dije yo, y con la promesa de salvarte la vida, te pedirán que les cuentes todo. Pero tú respóndeles que sólo me estabas suplicando que no te mandara de nuevo a la casa de Jonatán, para no morir allí”. En efecto, todos los funcionarios fueron a ver a Jeremías y le hicieron preguntas, pero él les respondió exactamente lo que el rey le había ordenado. Entonces lo dejaron en paz, porque nadie había oído la conversación» (Libro de Jeremías, capítulo 38, versículos 24-27; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #56

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 56]
    Finalmente (hacia el año 607 antes de la EC, según algunos doctos bíblicos), en el año undécimo del reinado de Sedequías, en el mes cuarto y en el día nueve del mes, los babilonios estaban de nuevo asediando la ciudad y lograron abrir una brecha en los muros de Jerusalén. Ante esta situación de muerte inminente tras un periodo de mejoría premortem en Judá, Sedequías y los guerreros que estaban con él huyeron durante la noche a través de una grieta de los muros de la ciudad, pero fueron alcanzados en las planicies desérticas de Jericó y entonces Sedequías fue prendido y llevado ante Nabucodonosor, en Riblá. Los hijos de Sedequías fueron ejecutados cruelmente delante de sus propios ojos; y como para ese tiempo Sedequías no tendría más de 32 años de edad, sus hijos serían de pocos años. Por lo tanto, después de haber sido testigo de la muerte de sus hijos, Sedequías fue cegado (le inutilizaron los ojos), encadenado con grilletes de cobre y llevado a Babilonia, donde murió en el calabozo.

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    • #57

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 57]
    Todo parece indicar que hubo una gran sabiduría divina detrás de la destrucción de Jerusalén a manos de los babilonios, con la consiguiente deportación de los judíos a tierras lejanas. Ello consiguió el objetivo de extinguir la corruptela religiosa que se había desarrollado en la ciudad santa en tiempos de Sedequías, la cual era un arma muy eficaz para las inteligencias diabólicas del suprauniverso en su intentona de causar la ruina completa de la simiente de la “mujer” simbólica de Dios. Por otra parte, en la Diáspora, los israelitas de buen corazón, quienes para entonces eran una triste minoría de la descendencia abrahámica, añorarían y esperarían con fe la restauración de Jerusalén y de su templo de adoración, tal como señalaba la profecía misma de Jeremías: “Todo este país (se sobreentiende: La tierra de Judea, con su capital Jerusalén) quedará destruido y convertido en ruinas. Durante SETENTA AÑOS estas naciones (se sobreentiende: Judea y los países de su entorno) estarán sometidas al rey de Babilonia” (Libro de Jeremías, capítulo 25, versículo 11; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996). En efecto, los israelitas fieles (entre quienes figuraba Daniel el profeta) confiaban en que después de 70 años de cautiverio en Babilonia, un pequeño grupo de entre ellos (los hijos fieles de aquellos fieles) regresarían de algún modo a la calcinada Jerusalén y restaurarían el culto puro, el templo y la ciudad. Sin embargo, la mayoría de los israelitas, de escasa o nula fe en la guía divina, quedarían disueltos en la Diáspora, entre las naciones, con lo cual la descendencia abrahámica experimentaría así una gran depuración.

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    • #58

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 58]
    En los días de Ciro el Grande (600-530 antes de la EC), conquistador de Babilonia, los judíos desterrados fueron liberados de la esclavitud por decreto; pero, tal como estaba previsto proféticamente, sólo un pequeño grupo de entre ellos, de gran fe, regresó a la desolada tierra de Judea y a la escombrera de lo que antes había sido la ciudad santa de Jerusalén. Tras décadas de duro esfuerzo y no pequeñas dificultades, y con la bendición divina, pudieron levantar los muros de Jerusalén y reconstruír el Templo (aunque el esplendor antiguo del mismo ya no volvería más). Entonces, la adoración pura progresó bien por un siglo o dos, pero poco antes de la venida del Mesías se hallaba en vías de nueva corrupción. Se habían formado sectas judaicas completamente desviadas del espíritu de la ley mosaica, que atendían a tradiciones protocolarias altaneras y a mezcolanzas de la filosofía griega con las normas del Pentateuco más bien que a la límpida guía divina; y entre éstas dominaban, por ejemplo, la comunidad de los fariseos y la de los saduceos. Por otra parte, el sumo sacerdote y el sanedrín se habían decantado, salvo rarísimas excepciones, hacia el materialismo, y veían su dominancia social como un trampolín para el prestigio y para el enriquecimiento personal a costa del pueblo.

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    • #59

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 59]
    De nuevo, ante la protección divina sobre la simiente de la “mujer” o descendencia abrahámica restaurada en torno a la ciudad santa, la ofensiva diabólica se centró en tratar de minar la religiosidad de los judíos utilizando a los propios judíos faltos de fe verdadera. Así, para el tiempo en que debería aparecer el Mesías, se había instaurado un paradigma religioso-político en Judea que se alejaba considerablemente del modelo profético que debían esperar. Para empezar, los altaneros líderes religiosos del judaísmo enseñaban, abierta o tácitamente, que el Mesías sería un libertador guerrero que echaría fuera de aquella tierra al imperio romano dominante y restablecería el antiguo reino de Israel. De alguna manera, en su fuero interno, la clase dirigente judía esperaba beneficiarse grandemente del aparecimiento de un Mesías así, es decir, de un Libertador Guerrero Milagroso que les diera su porción en forma de principales en un gobierno mesiánico. No percibían, por estar cegados de egoísmo, que en el Reino de Dios no caben dirigentes corruptos ni orgullosos. Por este motivo fundamental, no reconocieron al Cristo (o Mesías) cuando éste llegó.

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    • #60

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 60]
    A través de los relatos evangélicos queda bien claro el nivel de desenfoque malsano que los adalides religiosos judíos habían alcanzado al final, razón por la cual la mayoría de ellos ni reconocieron ni respetaron el ministerio de Jesucristo. El Templo estaba en manos de gentuza hipócrita de la peor clase, conchabada con un sumo sacerdote nepotista que recibía de los cambistas y mercaderes del Templo una contribución subterránea y por eso hacía la vista gorda ante los abusos perpetrados por éstos. Aquellos mercaderes, so pretexto de facilitar el cambio a monedas válidas, acuñadas en la ciudad santa, así como ofrecer productos vegetales y animales a los israelitas que iban a Jerusalén para poder ofrendarlos mediante los sacrificios prescritos por la ley mosaica (pues era imposible para la mayoría de los ofertantes traer estos productos desde largas distancias), exigían descomunales sumas de dinero por esos servicios. No extraña, pues, que Jesucristo, hacia el final de su estadía terrestre, entrara en el Templo y volcara las mesas de los cambistas y gritara: “En las Escrituras se dice: Mi casa será casa de oración, pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones” (Evangelio según Lucas, capítulo 19, versículo 46; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #61

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 61]
    La influencia religiosa pervertidora de los adalides y maestros judíos sobre el pueblo, mayormente ignorante o inculto, llegó a su punto máximo en las proximidades de la muerte de Jesucristo. Si bien algunos de entre ellos se hicieron discípulos y seguidores del Maestro de Nazaret, la gran mayoría de la gente común era de tendencia materialista y no prestó suficiente atención a las palabras de él. Por ese motivo, la masa popular fue relativamente fácil de manipular por los enemigos de Jesucristo. Ello puede constatarse claramente en el siguiente pasaje sagrado: «Durante la fiesta (se sobreentiende: La fiesta de la pascua judía), el gobernador (se sobreentiende: El gobernador romano de Judea, a la sazón Poncio Pilato) acostumbraba dejar libre un preso, el que la gente escogiera. Había entonces un preso famoso (se sobreentiende: Probablemente tristemente famoso, a causa de las fechorías cometidas incluso contra los propios judíos) llamado Jesús Barrabás; y estando ellos reunidos (se sobreentiende: La muchedumbre judía reunida ante el palacio del gobernador), Pilato les preguntó: “¿A quién quieren ustedes que les ponga en libertad: a Jesús Barrabás, o a Jesús, el que llaman el Mesías?”. Porque se había dado cuenta de que lo habían entregado por envidia (se sobreentiende: Pilato percibía con claridad que Jesucristo era víctima de una gran injusticia, tramada por envidia). Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa mandó a decirle: “No te metas con (se sobreentiende: No perjudiques a) ese hombre justo (se sobreentiende: Se refería a Jesucristo), porque anoche tuve un sueño horrible por causa suya (se sobreentiende: La mujer de Pilato, espoleada por la pesadilla que experimentó, intentaba disuadir a su esposo de participar en el peor crimen de la historia, según el punto de vista divino)”. Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos (se sobreentiende: Los hombres de mayor edad y respetables, debido a su experiencia y reputación, que también gozaban de mucha autoridad moral) convencieron a la multitud (se sobreentiende: A una multitud judía perteneciente al vulgo materialista, con pocas inclinaciones hacia la religiosidad verdadera y fácilmente manipulable mediante el uso de argumentaciones y promesas vacías) para que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador les preguntó otra vez: “¿A cuál de los dos quieren ustedes que les ponga en libertad?”. Ellos dijeron: “A Barrabás”. Pilato (se sobreentiende: En un intento por hacer entrar en razón a la muchedumbre, dado que Jesucristo era inofensivo para el pueblo mientras que Barrabás era un peligroso delincuente) les preguntó: ¿Y qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías?”. Todos contestaron: “Crucifícalo”. Pilato (se sobreentiende: En un nuevo intento por salvar a Jesucristo de tan descabellada decisión popular, mediante hacer reflexionar al gentío) les dijo: “Pues ¿qué mal ha hecho?”. Pero ellos volvieron a gritar (se sobreentiende: El griterío de una masa enardecida e irracional, azuzada como perros rabiosos por astutos líderes religiosos a la sombra): “Crucifícalo”. Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era cada vez mayor (se sobreentiende: Un alboroto que fácilmente podría llegar a oídos del césar Tiberio en Roma, pues había muchos delatores, incluso entre judíos de la nobleza que poseían ciudadanía romana; y este Tiberio se había convertido en un individuo receloso y matón y podría considerar a Pilato como incitador a la rebelión en la difícil provincia de Judea, con nefastas consecuencias no sólo para Pilato sino también para la familia de este gobernador), mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo: “Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; es cosa de ustedes”. Toda la gente contestó (se sobreentiende: La gentuza contestó de manera bravucona, desconociendo el alcance terrible que aquella respuesta le devolvería a lo largo de la historia por venir): “Nosotros y nuestos hijos nos hacemos responsables de su muerte”. Entonces Pilato dejó libre a Barrabás; luego mandó azotar a Jesús y lo entregó para que lo crucificaran» (Evangelio según Mateo, capítulo 27, versículos 15-26; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #62

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 62]
    Al igual que en la víspera de la primera destrucción de Jerusalén, la situación global de la sociedad judía a comienzos del primer siglo de la EC estaba irremediablemente perdida y podrida y ella misma amenazaba la pervivencia de la simiente de la “mujer” simbólica de Dios. Sin embargo, ahora se estaba seleccionando a algunos judíos que fueron conmovidos por las enseñanzas de Jesucristo, y que se habían hecho seguidores del Maestro, con el fin de hacer continuar esa simiente de la “mujer” que estaba en peligro de extinción y para que se convirtieran en depositarios de la sagrada escritura e incluso añadieran a ésta. Y poco tiempo después, algunos gentiles también comenzaron a hacerse cristianos y fueron bien acogidos en una comunidad aumentante de seguidores de Cristo que llegó a extenderse hasta todos los rincones del imperio romano. En consecuencia, desde ese momento en adelante, se cumplirían las siguientes palabras de Jesucristo para con los judíos y su ciudad santa: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía. Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus pollitos bajo las alas, pero no quisiste. Pues miren, el hogar de ustedes va a quedar abandonado (se sobreentiende: Abandonados de toda protección divina y a merced de la ira demoníaca, que calmaría así su frustración contra la descendencia abrahámica desprotegida por el fracaso estratégico cosechado contra la simiente de la "mujer", y de la maldición que ellos mismos habían hecho caer sobre sus propias cabezas al hacerce responsables, como pueblo ante Pilato, de la muerte del Mesías e incitar así a Dios a que se llevara a término esa responsabilidad criminal)” (Evangelio según Mateo, capítulo 23, versículos 37-38; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

    Editado 1 vez. Última edición: 2017-07-06 09:01:38

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    • #63

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 63]
    Hacia los años 60 del primer siglo de la EC, el cristianismo se había extendido por todo el imperio romano, es decir, por todo el mundo ofialmente conocido de la antigüedad. De ello dio fe el apóstol cristiano Pablo cuando escribió: “Deben permanecer firmemente basados en la fe, sin apartarse de la esperanza que tienen por el mensaje del evangelio que oyeron. Éste es el mensaje que se ha anunciado en todas partes del mundo (se sobreentiende: El mensaje evangélico había alcanzado los confines del imperio romano, y tal vez más allá, lo cual indica que el cristianismo se había diseminado por todas partes aunque sólo una minoría muy activa de personas lo había aceptado), y que yo, Pablo, ayudo a predicar” (Epístola a los colosenses, capítulo 1, versículo 23; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996). Por consiguiente, la simiente de la “mujer” simbólica de Dios ya disponía de una serie de “hijos” humanos con los que poder perpetuar su existencia. Ahora, como era lógico esperar, el nacional judaísmo y su ciudad santa de Jerusalén estaban a punto de ser eliminados mediante una tribulación terrible.

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    • #64

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 64]
    Aproximadamente sobre el año 61 de nuestra era, el apóstol Pablo escribió una carta a los cristianos hebreos, aparentemente dirigida con predilección a sus hermanos de Jerusalén y Judea. Pues para esa fecha, en particular, la situación de los evangelizadores de Judea era muy incómoda, no sólo porque apenas alguien les prestara atención en la zona, sino porque el clima social era tenso y confuso, con grupos de judíos abogando clandestinamente por la independencia de Roma y contra los elevados impuestos, y porque la corrupción religioso-política estaba alcanzando niveles sin precedentes. La distancia entre la gente común de Judea (cuyo interés general no pasaba de ser de tipo materialista, y por eso no respondía bien al mensaje cristiano) y los orgullosos maestros fariseos, saduceos y escribas se había hecho insalvable, existiendo como telón de fondo una arrogancia nacionalista centrada en la majestuosidad del Templo y en el supuesto favor divino sobre él que podía debilitar incluso la fe de los seguidores de Cristo que vivían en aquel lugar. Por ese motivo, el apóstol Pablo quiso escribir a los cristianos hebreos y con ello tratar de darles razones abundantes para que conservaran su esquema de valores centrado en las enseñanzas de Jesucristo. Esto debió ser una providencia divina, puesto que a Jerusalén se le estaba acabando el tiempo de su existencia como ciudad santa. Es posible que el apóstol Pablo percibiera que la condición cristiana de sus hermanos de Judea requería un estado de alerta y de fe, a fin de huir de Jerusalén cuando la viesen sitiada por hostiles ejércitos acampados, tal como había advertido Jesús que sucedería. Por consiguiente, la comunidad cristiana de la zona necesitaba fortalecerse para poder afrontar con éxito los trascendentales y mortíferos acontecimientos que estaban destinados a ocurrir. Según la tradición, 5 años después de haberse escrito esa carta a los cristianos hebreos, las tropas del general romano Cestio Galo atacaron la ciudad santa y luego se retiraron. Pero 4 años después, los soldados romanos, bajo el general Tito, arrasaron Jerusalén y su templo, causando un indescriptible sufrimiento a los sitiados y sobretodo a los pocos sobrevivientes que capturaron y que destinaron a una cruel esclavitud.

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    • #65

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 65]
    En los evangelios según Mateo (compuesto hacia el año 41 de nuestra era, en Palestina), Marcos (compuesto hacia el año 65 de nuestra era, en Roma) y Lucas (compuesto hacia el año 58 de nuestra era en Cesarea de Filipo, al norte de Jerusalén), resuenan unas palabras proféticas de Jesucristo relativas al espantoso final de Jerusalén y de su templo, las cuales se encuentran entrelazadas, según algunos reputados doctos bíblicos, con la profecía mesiánica del fin del mundo. Los argumentos presentados por tales doctos son muy convincentes y razonables, puesto que vienen refrendados por citas y pasajes que concuerdan con la misma profecía y que se encuentran en distintas partes de la sagrada escritura. Esto significaría, por ejemplo, que el texto profético que se registra en el capítulo 24 del evangelio de Mateo habla de dos finales tribulatorios, entrelazados debido a su supuesta similitud en cuanto al desarrollo de los acontecimientos: el fin del mundo (u orden social local) judío del primer siglo de nuestra era y el fin del mundo (u orden social mundial) actual que todavía se encuentra en el futuro.

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    • #66

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 66]
    Es de suponer que los cristianos de Judea, y de Jerusalén, se reunirían de vez en cuando y de una manera prudente y poco llamativa (debido al clima social adverso al cristianismo que existía en Palestina) para considerar las enseñanzas de Jesucristo que estaban escritas en el evangelio según Mateo, disponible para ellos desde una fecha temprana (desde el año 41 de nuestra era) en el idioma de los judíos (la lengua hebrea). Por consiguiente, para los cristianos de Jerusalén no serían extrañas las advertencias proféticas del Maestro tocantes al fin venidero de la ciudad santa y de su templo: «Jesús salió del templo (se sobreentiende: salía de los grandes patios del Templo de Jerusalén, donde solía enseñar a los que se congregaban allí, pues muchos judíos veían en él la figura de un profeta y un obrador de milagros), y ya se iba, cuando sus discípulos se acercaron y comenzaron a atraer su atención a los edificios del templo (se sobreentiende: aquellos discípulos todavía no tenían ni idea de lo que le esperaba a la ciudad santa, ni alcanzaban a comprender cómo Dios podría rechazar su propio Templo; y al presente quizás se imaginaban que el reinado profetizado del Mesías estaría de alguna manera ligado a aquel majestuoso Templo). Jesús les dijo: “¿Ven ustedes todo esto? Pues les aseguro que aquí no va a quedar una piedra sobre otra. Todo será destruido” (se sobreentiende: estas palabras de Jesucristo debieron dejar perplejos y muy preocupados a sus discípulos, puesto que rompían por completo el esquema mental subjetivo que ellos se habían formado con respecto al futuro cercano)» (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 1-3; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #67

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 67]
    El enorme impacto emocional y mental que debió causar en los desprevenidos discípulos las palabras de Jesucristo relativas a que el Templo de Jerusalén sería completamente arrasado y demolido hasta los mismos fundamentos, y todo esto en un tiempo furuto más bien cercano, motivó a algunos de ellos a esperar el primer momento oportuno para indagar del Maestro un poco más acerca de tan aciaga profecía. Aparentemente, según el relato sagrado, ese momento no tardó en llegar: «Luego (se sobreentiende: al poco rato de pronunciar Jesucristo la sentencia divina contra el Templo de Jerusalén) se fueron al Monte de los Olivos. Jesús se sentó, y los discípulos (se sobreentiende: Los seguidores más allegados al Maestro) se le acercaron para preguntarle aparte (se sobreentiende: Con disimulo, en privado): “Queremos que nos digas cuándo va a ocurrir esto. ¿Cuál será la señal de tu regreso y del fin del mundo? (se sobreentiende: Los discípulos, en su precario conocimiento, asociaban la destrucción del Templo de Jerusalén y de la ciudad santa con la venida de Jesucristo como rey triunfante del Reino de Dios, y con el fin del mundo de los gentiles o no judíos)”. Jesús les contestó: “Tengan cuidado que nadie los engañe (se sobreentiende: Jesucristo, dándose cuenta del superficial conocimiento profético que al presente tenían sus discípulos y del que adolecerían todavía por una o dos décadas, les expresó su preocupación de que fueran confundidos o extraviados por maestros hábiles y farisaicos que podrían usar las santas escrituras engañosamente con relación a la liberación del pueblo de Dios por un rey mesiánico). Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a mucha gente. Ustedes tendrán noticias de que hay guerras aquí y allá; pero no se asusten, pues así tiene que ocurrir; sin embargo, aún no será el fin (se sobreentiende: Se presentarían señales o síntomas alarmantes que podrían hacer pensar en la inminencia del fin del mundo, pero tal fin no vendría tan rápidamente como para que los discípulos se aterrorizaran de no estar suficientemente preparados para poder afrontar la situación bajo la guía divina). Porque una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro; y habrá hambre y terremotos en muchos lugares. Pero todo eso apenas será el comienzo de los dolores (se sobreentiende: El fin del mundo sería algo mucho más terrible que las hambres, terromotos y cuantiosas guerras que salpicarían a la sociedad humana durante la víspera de ese acontecimiento final)”» (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 3-8; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #68

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 68]
    El capítulo 24 del evangelio de Mateo sigue exponiendo lo que podían esperar los cristianos a medida que se aproximara el fin del mundo (en este caso, el final del orden social judío del siglo primero de nuestra era; aunque, como afirman algunos eruditos bíblicos, se tiene que tomar en cuenta un claro entrelazamiento profético entre el fin de la Judea antigua y el venidero fin del mundo). Habría, pues, una serie de persecuciones que los cristianos deberían soportar, las cuales ciertamente se presentaron de parte de los judíos fanatizados en la época de Saulo de Tarso el anticristiano (quien más tarde se arrepintió y llegó a ser el apóstol Pablo) y en la época de Nerón (año 64 de nuestra era, poco antes del fin del mundo judío del primer siglo). Luego, el mismo capítulo 24 sigue prediciendo que se producirían no pocos casos de abandono de la fe verdadera y también odios fratricidas, así como el aparecimiento de falsos profetas y la consiguiente resultante en forma de graves y grandes engaños y extravíos sobre la gente común en general; y una escalada aumentante de maldad con una cuantiosa pérdida de la filantropía. Entonces, la profecía añade: “Y esta buena noticia del reino (se sobreentiende: Del reino de Dios, del que se habla en la conocida oración del “padrenuestro”) será anunciada en todo el mundo, para que todas las naciones la conozcan (se sobreentiende: Según algunos doctos y eruditos, la expresión “todas las naciones”, aquí, tiene una fuerte connotación global o planetaria, que sobrepasaría la presumible expansión del mensaje cristiano en el mundo romano del primer siglo de nuestra era; por lo tanto, éste quizás sería un primer indicio del entrelazamiento profético antes citado); entonces vendrá el fin (se sobreentiende: El fin del mundo)” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículo 14; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, del año 1996).

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    • #69

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 69]
    A continuación, la profecía del capítulo 24 de Mateo prosigue, y las siguientes palabras debieron ser de especial importancia e interés para los cristianos de Judea y de Jerusalén: “El profeta Daniel escribió acerca del horrible sacrilegio (se sobreentiende: Daniel el profeta registró una predicción concerniente al desahucie final de la ciudad santa y de su templo, tenido éste por sagrado a pesar de que Dios mismo lo hubiera rechazado; y dicha profecía señala a una sazón que, vista desde el prisma de los judíos que no reconocieron a Jesucristo y que no sospecharon que el Todopoderoso había retirado definitivamente su protección sobre el Templo a causa del asesinato del Mesías, equivaldría para ellos a un sacrilegio o profanación de aquel centro nacional de adoración en Jerusalén, tal como efectivamente ocurrió en la segunda mitad de la década de los años 60 del primer siglo de nuestra era, cuando los ejércitos romanos atacaron la ciudad santa). Cuando ustedes lo vean en el Lugar santo — el que lee, entienda — (se sobreentiende: Estas palabras de Jesucristo llaman atención particular a los cristianos de Judea, puesto que los acontecimientos que describen ocurrirían en Jerusalén, teniendo como centro de atención el Lugar santo o Templo; y el Maestro, sabiendo que tras su muerte se escribirían sus palabras, instó a leer este pasaje sagrado con mucha reflexión, de tal manera que se aplicara entendimiento o perspicacia a la interpretación o exégesis de la profecía, sin olvidar que concordaba con lo dicho por Daniel el profeta acerca del mismo evento), entonces los que estén en Judea, que huyan a las montañas (se sobreentiende: A la zona montañosa que mejor les conviniera en distancia prudencial y salvaguarda, y que resultó ser el entorno inmediato de la ciudad de Pella o Pela); y el que esté en la azotea de su casa, que no baje a sacar nada (se sobreentiende: El cristiano que viere la señal profética cumplirse no debería dilatarse o entretenerse en huir a las “montañas” por medio de hacerse un equipaje o tomar provisiones para el viaje); y el que esté en el campo, que no regrese ni aun a recoger su ropa. Pobres mujeres aquéllas que en tales días estén embarazadas o tengan niños de pecho (se sobreentiende: Parece que tales palabras aplicarían a mujeres judías que no eran cristianas y, por ende, no atisbarían ninguna señal profética que las pusiera alerta para huir; sin embargo, toda cristiana que se hallara en la zona de peligro y se dilatara en emprender la huida tal vez pudiera verse implicada en el mismo horror que les sobrevendría a sus vecinas judías). Pidan ustedes a Dios que no hayan de huir en el invierno (se sobreentiende: Huir en pleno invierno hacia una zona montañosa donde incluso pudiera nevar en el camino, sin llevar provisiones para tal viaje, podría significar, sobretodo para los niños y los ancianos, una muerte casi segura) ni en sábado (se sobreentiende: Los cristianos que vivieran en la ciudad de Jerusalén estarían sometidos a una serie de leyes sociales propias del judaísmo, entre ellas las leyes sabáticas, que suponían una notable restricción para poder entrar o salir de la ciudad santa en día de sábado); porque habrá entonces un sufrimiento tan grande como nunca lo ha habido desde el comienzo del mundo ni lo habrá después (se sobreentiende: El sufrimiento del fin del mundo judío del primer siglo, centrado en Jerusalén y su Templo sagrado, sería indescriptible, sin parangón en toda la historia pasada o futura del pueblo de Israel; pero aquí ciertos exegetas ven otro indicio de entrelazamiento profético con relación al venidero fin del mundo, e incluso opinan, más bien, que la fuerza semántica de este pequeño pasaje sagrado se refiere preferentemente al futuro). Y si Dios no acortara ese tiempo, no se salvaría nadie (se sobreentiende: A menos que Dios interviniera, ni buenos ni malos sobrevivirían; y esto trae a la memoria el Diluvio, cuando, gracias a que Dios instruyó a Noé para que construyera un arca, él y sus otros 7 familiares fieles fueron los únicos seres humanos que escaparon con vida; pero, nuevamente aquí, determinados eruditos ven una aplicación profética principal para el fin del mundo futuro, dado que los registros históricos muestran que hubo sobrevivientes judíos que fueron esclavizados por los romanos cuando Jerusalén fue destruída en el año 70 de nuestra era y ya hacía casi 4 años que los cristianos habían huído a la zona montañosa de la ciudad de Pela, esto es: en ese año fatídico para Jerusalén y su templo no fue necesario que Dios acortara el “tiempo de aflicción” en beneficio de los fieles seguidores de Cristo en Judea); pero lo acortará por amor a los que ha escogido” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 15-22; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #70

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 70]
    Para cuando llegó el año 66 de la EC, la situación en Judea se había puesto muy tensa y seguía tensándose más y más. La desacertada y cada vez más opresiva gobernación romana, por un lado, y el fanatismo religioso aumentante en grupos judíos con cada vez más adeptos, tales como los fariseos, saduceos, esenios, zelotes, sicarios, etcétera, por otro lado y como respuesta, estaba haciendo que Judea y Jerusalén se convirtieran en un polvorín a punto de estallar. De hecho, el estallido se produjo durante el tórrido verano de ese año y ha sido denominado en las páginas de la historia con el nombre de “La gran rebelión judía”. Jerusalén fue el epicentro del terremoto social, con los zelotes encabezando o liderando la revuelta. Los cristianos de la zona debieron sentirse muy inseguros y perturbados en un ambiente así, en donde los sentimientos de tradicional religiosidad y efervescencia patriótica (aunados) estaban alcanzando niveles excesivamente altos y peligrosos. Probablemente, la cautela y la prudencia, y la sabiduría de las siguientes palabras del Maestro, debieron estar muy presentes en la memoria de aquellos seguidores de Jesucristo en aquellos días y en aquel lugar: “Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos (se sobreentiende: La labor de evangelización encomendada por Jesucristo a sus discípulos entrañaba un riesgo); por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas” (Evangelio según Mateo, capítulo 10, versículo 16; Biblia de las Américas, de 1986).

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    • #71

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 71]
    La revista digital “Historia militar” (fundada por un grupo de historiadores y amantes de la historia militar, cuyo interés no sólo se limita a la propia Historia, sino también al retrato de la guerra a través de la literatura, el arte y el cine) alberga un artículo muy bien documentado, escrito por el historiador Marcos Uyá Esteban, de la Universidad de Granada (España), titulado “La Gran Rebelión Judía (66-74 d.C.): Táctica y técnica de asedio romano”, el cual, en su página 8, expone las causas inmediatas que detonaron esa Rebelión judía en el sofocante verano del año 66 de la EC: “Pero las acciones que desencadenaron el conflicto, fueron principalmente tres. La primera fue las relaciones tensas entre judíos y gentiles en Cesarea Marítima, que tuvo su punto culminante cuando los gentiles ganaron a los judíos un pleito sobre derechos ciudadanos ante la corte imperial de Roma, aumentando con ello la arrogancia de los habitantes greco-sirios a partir de este hecho, poniéndose en contra de los judíos, que incluso abandonaron la ciudad y se refugiaron en la antigua Narbata. La segunda acción, consecuencia de la primera, consistió en una vez llegada la noticia a Jerusalén, el procurador Gesio Floro, en vez de tomar cartas en el asunto, decidió, causando un gran estupor, extraer 17 talentos del Tesoro del Templo, lo que lógicamente disgustó a la población, que reaccionó abucheándolo e insultándolo en público. La reacción del procurador no se hizo esperar, y como represalia, mandó a sus tropas, una cohorte de infantería y un destacamento de caballería, saquear un barrio de la ciudad conocido como “mercado alto”, asesinando a unos 3.600 judíos, provocando una auténtica masacre que se agravó con la llegada de dos cohortes provenientes de Cesarea Marítima que avivaron de nuevo la situación. El Sumo Sacerdote y los aristócratas de Jerusalén, encabezados por Agripa II, hijo de Agripa I, viendo que la situación se iba de las manos, trataron de restablecer la calma, pero la mayoría de los habitantes no estaban dispuestos a tolerar más la opresión del procurador e instaron a Agripa II y a los aristócratas y sacerdotes del Templo a que enviaran una delegación a Nerón exponiendo las quejas contra el procurador. Pero no se atrevieron a dar el paso, y los zelotes, viendo la indecisión reinante, tomaron el control para provocar una situación de guerra entre judíos y romanos, a pesar de que Agripa II procuraba intentar mantener la calma, situación que acabaría con la tercera acción; la de posteriormente asesinar a la guarnición romana de Jerusalén y que Eleazar ben Jananyá, hijo del Sumo Sacerdote Ananías, decidiera suspender el sacrificio diario en honor al emperador, lo que supuso, en palabras de Flavio Josefo, el comienzo de la guerra contra los romanos”.

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    • #72

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 72]
    El artículo sigue diciendo: “El suceso tuvo amplia repercusión por toda Judea y el resto de Palestina. En todas las ciudades helenizadas de Palestina estallaron sangrientos motines, verdadero anticipo de la posterior rebelión abierta. Mientras tanto, en Jerusalén se desató una lucha entre los sacerdotes, aristócratas y Agripa II, frente a los zelotes, con ayuda de los sicarios, con Eleazar ben Jananyá a la cabeza por mantener el control de la tensa situación. Los primeros se hicieron con la parte alta de la ciudad, mientras los segundos, con la baja. Finalmente, la lucha favoreció a los segundos, que en el día de las Xiloforias (unas ofrendas sagradas de carácter colectivo que se celebraban en la primera mitad del mes de agosto, y que consistían en la entrega de los primeros frutos maduros de los árboles de la tierra al Templo de Jerusalén, es decir, al control de la clase sacerdotal para que ésta los ofreciera solemnemente) prendieron fuego a la casa del Sumo Sacerdote Ananías, al palacio de Agripa y Berenice y a los archivos, para posteriormente asaltar la Torre Antonia. Pero los zelotes y sicarios también andaban enfrentados entre sí, ya que por un lado estaban los partidarios de Eleazar ben Jananyá, al frente de los zelotes, y los de Menajem, de los sicarios. Este último se había apoderado de la fortaleza de Masada y cuando fue al Templo a rezar, los seguidores de Eleazar aprovecharon la ocasión para capturarle y matarle. Los seguidores de Menajem huyeron a Masada y los partidarios de Eleazar, exaltados, se encargaron de ejecutar a toda la guarnición romana después de una falsa promesa de capitulación que no cumplieron”.

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    • #73

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 73]
    Como ya se ha mencionado antes, La influencia pervertidora de los maestros religiosos judíos sobre un pueblo hebreo mayormente materialista decantó a la masa popular en contra de Jesucristo y de sus seguidores. Ello determinó que la gente escogiera dar la libertad a Barrabás antes que a Jesucristo, y aunque Pilato trató de librarlo de la pena capital resultó relativamente fácil para los sacerdotes y los ancianos convencer a la multitud para que ésta gritara ensordecedoramente que Jesucristo fuera muerto. Entonces, cuando Pilato vio que no podía conseguir nada, sino que el alboroto se hacía cada vez mayor, mandó traer agua y se lavó las manos delante de todo el pueblo, y dijo: “Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; la injusticia que se hace contra él es cosa de ustedes”. Al instante, toda aquella gentuza contestó bravuconamente: “Nosotros y nuestos hijos nos hacemos responsables de su muerte”. Y el registro sagrado apostilla que los maestros religiosos judíos y los sacerdotes remacharon la sentencia capital contra el Mesías intimidando a Pilato con las siguientes palabras: “Si lo dejas libre (se sobreentiende: A Jesucristo), no eres amigo del emperador (se sobreentiende: De Tiberio césar). Cualquiera que se hace rey (se sobreentiende: Acusaban falsamente a Jesucristo de autoproclamarse rey de los judíos, pues habían tergiversado astuta y maliciosamente sus palabras acerca del Reino de los Cielos y acerca del Reino de Dios), es enemigo del emperador (se sobreentiende: Tiberio césar reinó desde el año 14 al 37 de nuestra era y los últimos años de su mandato se caracterizaron por la exteriorización de todas sus fantasías y perversiones sexuales, por lo que se le acusó de practicar el sadomasoquismo y la pedofilia. Su crueldad comenzó a hacerse evidente incluso con su familia. Fue capaz de dejar morir a su propia madre y de prohibir cualquier muestra de afecto hacia la persona que lo llevó en sus entrañas, jurando asesinar a quien la recordara con cariño. Después su delirio alcanzó a todos sus opositores políticos, a los que asesinaba y desposeía de todos sus bienes y sus riquezas, que pasaban directamente a su patrimonio. Su violencia no tuvo límites, pues llegó a asesinar a cientos de personas. Ordenó también acabar con uno de sus ministros y con toda su familia, y como las leyes romanas prohibían condenar a muerte a las vírgenes mandó violar a la hija del ministro, de 11 años de edad, para después poderla asesinar impunemente. Por lo tanto, Pilato, conocedor de estos hechos, sabía bien a lo que se exponía si llegaba a oídos de Tiberio los rumores de que él había obstruído la ejecución de alguien al que acusaban de hacerse rey de los judíos). Nosotros no tenemos más rey que el emperador” (Evangelio según Juan, capítulo 19, versículos 1-16; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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    • #74

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 74]
    Pues bien, no pasó mucho tiempo antes de que aquellos maestros de la ley mosaica y los sacerdotes judíos se percataran de lo que significaba tener como rey al César (“nosotros no tenemos más rey que el emperador”, como dijeron ante Pilato); y tampoco hubo que esperar mucho tiempo para que la muchedumbre que pidió la muerte de Jesucristo empezara a experimentar en carne propia su mismísima maldición autoimpuesta (“nosotros y nuestos hijos nos hacemos responsables de su muerte”, según vociferaron desafiadoramente frente a Pilato). A partir del asesinato del Mesías, pues, las cosas se fueron tornando cada vez más difíciles para la población judía de Palestina. Entre los años 45 a 48 del primer siglo de la EC hubo una época de malas cosechas en Judea, la cual provocó una hambruna considerable en la región; y el bandolerismo se hizo progresivamente más grave. Entre los años 48 y 52 de la EC se produjo en el Templo de Jerusalén un incidente de consecuencias graves. Durante una de las fiestas judías, uno de los soldados de la cohorte romana que vigilaba la explanada del Templo desde las azoteas de los pórticos (como era habitual en las grandes concentraciones de gente) hizo por su cuenta un gesto muy ofensivo y provocativo, seguramente con gran regocijo por parte de sus camaradas; el soldado enseñó el trasero a los judíos que había abajo, en la explanada, soltando a continuación una serie de pedos o ventosidades. La multitud se enfureció y pidieron a gritos a Cumano (el procurador de Judea) su castigo; y algunos jóvenes judíos lanzaron piedras a los soldados. Cumano, temiendo una revuelta, envió más tropas, que hicieron su entrada por los pórticos. La multitud se llenó de pánico y huyeron despavoridamente, atropellándose unos a otros y taponando las salidas, con un balance de centenares de muertos que perecieron pisoteados y aplastados.

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    • #75

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 75]
    Poco después, hubo también otro incidente en el camino de Jerusalén hacia Joppe. Una banda de salteadores despojaron a un esclavo imperial, robándole cuanto llevaba. Cumano hizo detener a los habitantes de las aldeas vecinas, acusándoles de complicidad con los bandidos. Uno de los soldados romanos, que participaba en la campaña militar de represión, encontró en una de esas aldeas un ejemplar de la Torah hebrea, lo rompió y lo echó al fuego. Los judíos se exarcebaron por ello, acudieron en gran número a Cesarea y exigieron a Cumano el castigo del soldado que había ultrajado a su Dios y a su Ley. Cumano, para evitar la amenaza de motín generalizado, hizo condenar a muerte al soldado en presencia de todos, y con esta acción los judíos se apaciguaron y se retiraron. No obstante, hay historiadores que opinan que aquello fue una farsa llevada a cabo por el procurador romano, quien, tras apaciguar a los judíos, reprendió al soldado culpable pero no lo ejecutó. Con esto, Cumano dejó bien claro ante la tropa que era muy necesario no encender los ánimos de una población al borde del levantamiento contra Roma, aunque, bien es verdad que, desde el punto de vista personal, la antipatía hacia los judíos iba creciendo progresivamente entre los gentiles afincados en la zona.

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